Supongo que ya es tarde.
Aunque pongo un dedo ante mí y me transformo
en ese edificio,
en la luz y la sombra de aquel árbol,
no alcanzo aún a ser lo que pretendo.
Supongo que las horas
que transcurren incesantes y precisas
determinan lo cierto que me espera.
Me digo que no importa.
Que el espejo se anula cuando miro hacia dentro.
No hay ninguna palabra que pueda explicar esto.
La vida es todo eso que hacemos y sentimos,
aquello que aguardamos y tememos.
La vida es otra cosa que el tiempo transcurrido.
Acudo a la lucidez como si mi alma fuera una polilla
que ante la luz cegadora se embriagara y cediera
al calor de la lámpara que atrae y vocifera.
La ternura se vuelve una sonrisa.
La luna que se cuelga del abismo
ilumina la escena, y yo camino.
Paseo solitario por calles somnolientas.
Igual que mi destino que veo que se aleja,
me asemejo a ese pájaro que saborea ese viento.
Igual a mi memoria me parezco a esta sombra
que cruza este abismo y tiende puentes
sobre el agua insomne que golpea
la ventana del mundo que imagino.
El tiempo es sólo eso.
Leo ANTÚNEZ
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