martes, 26 de enero de 2010

MUJER OBJETO

NO ES QUE MUERA DE AMOR...

No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti.

Muero de ti y de mí, muero de ambos,
de nosotros, de ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero, lo morimos.
Morimos en mi cuarto en que estoy sólo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi brazo va vacío,
en el cine y los parques, los tranvías,
los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé como yo mismo.

Morimos en el sitio que le he prestado al aire
para que estés fuera de mí,
y en el lugar en el que el aire se acaba
cuando te echo mi piel encima
y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
dichosa, penetrada, y cierto, interminable.

Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora, separados,
del uno al otro diariamente,
cayéndonos en múltiples estatuas,
en gestos que nos vemos,
en nuestras manos que nos necesitan.

Nos morimos, amor, muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos y vivos,
en tu carne sin fin, muero de máscaras,
de triángulos obscuros e incesantes.
Me muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
de nuestra muerte, amor, muero, morimos.

En el pozo de amor a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mí, quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen, los que vienen
de atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
sino morirnos más, hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos y morirnos.

Jaime SABINES

ESTA IMAGEN DE TI

Estabas a mi lado
y más próxima a mí mis sentidos.

Hablabas desde dentro del amor,
armada de su luz.

Nunca palabras
de amor más puras respirara.
Estaba tu cabeza suavemente
inclinada hacia mí.

Tu largo pelo
y tu alegre cintura.
Hablabas de el centro del amor,
armada de su luz,
en una tarde gris de cualquier día.
Memoria de tu voz y de tu cuerpo
mi juventud y mis palabras sean
y esta imagen de ti me sobreviva.

José Ángel VALENTE

lunes, 11 de enero de 2010

PELADA


Regiane ALVES

POEMA DEL PROFESOR DE LENGUA

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Paulo LEMINSKI

domingo, 10 de enero de 2010

MARX MARIPOSA

SONE(C)TOS DE AMOR



Curiosamente, acabo de descubrir que este poema aparece también en la Biblioteca del Soneto que ha antologado Ramón García González para la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Por otra parte, la página mexicana Artemis acaba de seleccionar el mismo texto para una antología que reflexiona sobre la herencia formal del soneto en las últimas generaciones poéticas.
Curiosa la larga vida de este soneto que sólo pretendía ser un entretenimiento, una parodia sin malicia del famoso soneto lopesco. He aquí, de nuevo:

VARIOS (D)EFECTOS AL AMOR
David Hidalgo Vernalte

El amor es usar desodorante,
peinarte bien, plancharte la camisa,
dar al espejo tu mejor sonrisa,
bajar las escaleras galopante;

con bombones o flores por delante
parecer puntual, llegar con prisa,
esperarla, salir, tirar de visa
en el cine, en el pub y el restaurante;

recibir por la noche tu castigo:
un beso en la mejilla: eres su amigo,
desear que un cuchillo se te clave,

maldecir amistades tan fraternas
y volver con el rabo entre las piernas.
Esto es Amor, quien lo probó, lo sabe.


Y, ahora, el de Lope, uno de mis autores líricos favoritos, con, posiblemente,uno de los mejores sonetos de todos los tiempos:

VARIOS EFECTOS AL AMOR
Lope de Vega

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, moral, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde, animoso,

No hallar, fuera del bien, centro y reposo;
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satesfecho, ofendido, receloso,

Huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor suave,
olvidar el provecho, amar el daño;

Creer que un cielo en un infierno cabe,
dar a la vida y el alma un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.


David HIDALGO VERNALTE

viernes, 8 de enero de 2010

LA METAMORFOSIS



Había un filósofo chino que toda su vida se preguntó si era un filósofo chino que soñaba que era una mariposa o una mariposa que soñaba que era un filósofo...
La metamorfosis... La metamorfosis es algo extraordinario... Pienso sobre todo en la metamorfosis de las mariposas. Aunque sea algo maravilloso de observar, la transformación de la larva en crisálida, o de la crisálida en mariposa, no es una operación particularmente agradable para el sujeto en el que tiene lugar. Siempre llega un momento difícil en que la oruga se siente invadida por un extraño malestar. La sensación de estar apretado acá, al nivel del cuello, y también en otros lugares; y luego hay una picazón insoportable. Por supuesto, la oruga ya ha mutado varias veces, pero eso no era nada comparado con el cosquilleo y el hormigueo que siente ahora. Debe librarse de esa piel seca, demasiado estrecha, o morir. Lo han adivinado: debajo de esa piel se está formando la coraza de una crisálida, ¡y qué incómodo debe ser llevar una coraza debajo de la piel! Me refiero aquí especialmente a las mariposas con una ninfa dorada, cincelada, que se aferra a un soporte y se mantiene suspendida en el aire.
La sensación llega a ser tan horrenda que la oruga debe hacer algo. Sale en busca de un emplazamiento adecuado. Lo encuentra: se trepa a un muro o a un tronco. Se fabrica una pequeña almohadilla de hilo de seda que adhiere por encima a su perchita. Se cuelga de ella con la extremidad de su cola o sus últimas patas traseras, de manera de quedar boca abajo, como un signo de interrogación al revés; y allí se plantea la pregunta: ¿cómo hará para deshacerse de su piel? Una contorsión, otra más... y la piel se desgarra de golpe a lo largo de toda la espalda, y he aquí a la oruga que se deshace de ella moviendo los hombros y las caderas, como quien se libera de una ropa ajustada. Y entonces llega el momento más crítico. Supongamos que estamos suspendidos cabeza abajo, colgados de nuestro último par de patas. El problema consiste en evacuar la piel entera, incluida la de esas dos patas que nos mantienen suspendidos... ¿Cómo haremos para no caer durante la operación?
¿Y qué hace entonces ese animalito valiente y tenaz, ya medio despellejado? Muy meticulosamente empieza a liberar sus patas traseras retirándolas de la almohadillita de seda de la que cuelga invertida, y luego, con una sacudida y una torsión admirables, da una suerte de salto que le permite desprenderse de la almohadilla, al mismo tiempo que suelta un último chorro de hilo de seda y enseguida, en el mismo movimiento, vuelve a sujetarse con un ganchito ubicado bajo la piel que ya se ha quitado de encima, en el extremo de su cuerpo. Ahora, gracias a Dios, ha perdido toda su piel, y esa superficie desnuda, dura y reluciente es la ninfa, una suerte de bebé fajado agarrado a la ramita; y qué hermosa es esa crisálida toda tachonada de oro, con sus élitros blindados. Comienza entonces una fase que dura entre algunos días y algunos años. Recuerdo haber conservado en una caja, siendo niño, una ninfa de esfinge durante unos siete años, lo que significa que la cosa permaneció dormida durante todos mis estudios secundarios. Finalmente hizo eclosión, pero lamentablemente fue durante un viaje en tren. Un hermoso ejemplo de irracionalidad, después de todo ese tiempo... Pero volvamos a nuestra ninfa de mariposa.
Después de dos o tres semanas, algo empieza a producirse. La ninfa está suspendida, absolutamente inmóvil, pero un día notamos un cambio: a través de los élitros, varias veces más pequeños que las alas de un insecto formado, bajo la textura córnea de cada uno de ellos, vemos cómo se transparentan las líneas en miniatura del ala que ha de nacer, el adorable rubor del fondo, un esbozo de contorno negro, un ocelo rudimentario. Uno o dos días más y la metamorfosis final tiene lugar. La ninfa se desgarra como se había desgarrado la oruga, en la gloria de una última mutación, y la mariposa se escabulle hacia el exterior y se queda suspendida de laramita para secarse. Al principio, toda húmeda y arrugada, no es muy linda que digamos. Pero esos accesorios fláccidos que liberó pronto empiezan a secarse, a crecer, sus vénulas se ramifican y endurecen, y en no más de veinte minutos la mariposa está lista para volar.
(...) Se preguntarán ustedes qué se siente en el momento de la eclosión. Seguro que hay una ráfaga de pánico que sube a la cabeza, una extraña excitación que ahoga, pero luego los ojos se abren y ven, y en un aflujo de luz la mariposa ve el mundo, ve el rostro enorme y terrible del entomólogo boquiabierto.
Ahora pasemos a la transformación de Jeckyll en Hyde.

Vladimir NABOKOV

(Este texto es un fragmento redactado por Nabokov para uno de los célebres cursos que dio en Cornell y en Wellesley en los años 1940 y 1950. El curso, que debía versar sobre el libro de Robert Louis Stevenson El extraño caso del doctor Jeckyll y el señor Hyde, nunca fue dictado.)

jueves, 7 de enero de 2010

BIENVENIDA



Se me ocurre que vas a llegar distinto
no exactamente más lindo
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauto
tan solo que vas a llegar distinto...
como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también
quizá porque sabes
cómo te pienso y te enumero
después de todo la nostalgia existe
aunque no lloremos en los andenes fantasmales
ni sobre las almohadas de candor
ni bajo el cielo opaco


yo nostalgio
tu nostalgias
y cómo me revienta que ella nostalgie...


tu rostro es la vanguardia
tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros
no olvides que tu rostro
me mira como pueblo
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable



ahora no tengo dudas
vas a llegar distinta y con señales
con nuevas
con hondura
con franqueza


sé que voy a quererte sin preguntas
sé que vas a quererme sin respuestas...

Mario BENEDETTI

martes, 5 de enero de 2010

LA ASISTENTA



El otro día fuí a Toledo a ver a mi abuela.

Mi abuela no es "bola", ni mucho menos, sino que es abulense. Era de un pueblo muy chiquitito de Ávila llamado San Juan del Olmo, aunque a veces, no sé por qué, también lo llaman Grajos.

Es un pueblo realmente entrañable. Tiene casas muy antiguas, hechas de piedra, con callejuelas estrechas y boñigas de vacas por todos lados. El pueblo es chiquitito, chiquitito. De hecho, es tan chiquitito, que si haces un sprint, yo creo que te sales del pueblo.

Tengo pocos recuerdos del pueblo porque no he ido muchas veces. Recuerdo que siendo pequeño fuimos allá y al salir del coche me invadió un olor pestilente a estiercol. Mi abuela dijo: respirar fuerte que esto es aire puro. Yo me moría de asco, y sería por aquello de la psicología inversa, pero hice todo lo contrario a lo ordenado por mi abuela y no respiré. Hubo un momento en el que no pude no respirar más y acabé haciéndolo. Todavía no sabía que la pituitaria al final se acaba habituando, por lo que en un momento dado aquel olor se acabó haciendo algo normal, e incluso acabó por desaparecer.

Yo había oido a mi madre decir que de pequeña, cuando iba al pueblo de su madre, se divertía mucho montada en el trillo mientras los burros tiraban de ella. Cuando yo era pequeño ya no había trillos, pero la hija de la hija de una prima de mi abuela (yo no sé que me tocaría esta niña a mí; prima decimocuarta o algo así) me dejó una bicicleta y fuí feliz por momentos.

Mi abuela es la mayor de ocho hermanos: cinco chicos y tres chicas. Una de las chicas se casó con su primo hermano y se tuvieron que ir a vivir a Brasil, donde siguen con su hijo y su nieta. Su hijo no nació con síndrome de down, más bien al contrario, es un tío fuerte y alto que ha montado varias empresas y no habla castellano.

Mi abuela iba al colegio del pueblo. Ella cuenta que era de las mejores, pero aprendió a leer y a escribir, a sumar, restar, multiplicar y dividir, y mientras tanto tenía que hacer labores domésticas en casa, cuidar de sus hermanos pequeños, ayudar un poco en el campo, y al cumplir los trece se fue a Madrid a servir.

Una de sus hermanas, como ya he dicho, acabó con sus huesos en Brasil. La otra conoció a un hombre trabajador y se casó. El resto de hermanos, fueron viniendo uno por uno a Madrid y mi abuela los iba acogiendo y cuidando hasta que conseguían colocarse. Todos menos uno se hicieron cocineros. El que no lo fue, se hizo jardinero del Palacio Real. Algunas veces, cuando era pequeño, íbamos a verlo con mi abuela a su lugar de trabajo. Siempre me hacía comerme unas florecillas comestibles que se llamaban "pan con queso". Yo le decía que no me gustaba el queso, pero al hermano de mi abuela eso le traía sin cuidado y poco menos que me embutía las flores, que no sabían a queso, pero sabían a hierbajo, y yo me sentía como una vaca pastando.

Todos los hermanos de mi abuela fueron encontrando trabajo, luego novia, luego casa, luego se casaban y tenían hijos, luego seguían prosperando y se compraban una casa en el pueblo, y ya tenían la vida hecha.

Mi abuela, mientras tanto, seguía sirviendo. Tenía novio, pero cuando le pregunté que cómo había conocido al abuelo, me dijo que un día se fue al pueblo a pasar el fin de semana, y que al volver, acompañada de una amiga suya, en la estación de Atocha estaba el novio de su amiga junto a un compañero de trabajo. La amiga de mi abuela se fue de domingo por la tarde con su novio. El amigo del novio de la amiga de mi abuela se ofreció a acompañarla a casa "así que novios" -terminó mi abuela de contar el relato sin un ápice de emoción en la voz-. Yo le pregunté que entonces que hizo con el novio que tenía, y me dijo "le mandé a paseo. Que hubiera venido a buscarme a Atocha". Y se quedó tan pancha. Como ella dice: allá películas. Muy zen es mi abuela, muy zen...

Así que mi abuela y mi abuelo siguieron saliendo juntos y se casaron. Mi abuelo era albañil. Vivían en una habitación del Madrid antiguo que les alquilaba la señora Pepa, así que compartían el piso con tres familias más. Después nacieron mi tía y mi madre, y seguían compartiendo piso con las tres mismas familias.

Cuando la portera del edificio en que vivían se jubiló, mi abuela se quedo con la portería. El sueldo era mísero, pero gozarían de algo más de intimidad y un dormitorio para cada una de sus hijas, aunque no tenían ni ducha ni cocina. Como mi abuelo era albañil, y la portería era un sótano con patio, construyó una cocina como pudo en ese espacio vacío, con paredes de ladrillo y techo de uralita. Cuando era pequeño, cada x tiempo, mi abuela mandaba a mi hermana que se subiera por una escalera al techo de uralita y fuera recogiendo la ropa que se le había caido a los vecino al tender. Cuando mi hermana fue lo suficientemente mayor, allí estaba yo, como un soldado ansioso por entrar en combate, con bastantes kilos menos para ser soportado por el techo. Me tocaba. Era mi turno. Me sentía el rey del mundo subido en mi techo de uralita. Me sentía un pirata saqueando aquel techo lleno de bragas de vieja, fajas, calcetines y pinzas. Era mi tesoro y mi contribución a la casa, mi segundo trabajo remunerado (mi abuela me daba 25 pesetas). Mi primer trabajo remunerado era ir cargado como un mulo a vender papel. Mi abuela me ponía un fardo de periódicos atados por una cuerda rasposa en cada mano, y me hacía recorrer la calle San Isido y la calle de La Redondilla hasta llegar al almacén de papel. No era mucho, pero a mí se me hacía un trayecto larguísimo. Allí había un hombre gordo que me decía "qué pasa machote? qué fuerte estás!!!" y me cogía los pesados fardos de papel que en sus manos parecían plumas. Luego seguía "muy bien, muy bien, 10 kilos de papel, a dos pesetas el kilo, ¿cuánto es, machote?" yo hacía la cuenta de a poquito, en voz baja y contando con los dedos. Luego me salía una voz atiplada que decía "veinte pesetas, señor". Aquel gordo cabrón se reía y le decía a mi abuela "qué pillo ha salido el zagal", y me daba veinte pesetas. Yo volvía a casa con la sensación de que mi dolor de brazos valía mucho más que cuatro duros, pero a los 30 años, cuando vuelvo a casa por las noches, cansado de trabajar, sin energía, agotado, tengo la sensación de que una carrera y dos másters, más la dedicación que les presto a mis pacientes, valen más de mil euros. Supongo que las cosas no han cambiado tanto.

Como decía, los hermanos de mi abuela prosperaron, pero ella no lo hizo. Nunca ha tenido un piso en propiedad, ni aquí en Madrid, ni en el pueblo. Cuando mis bisabuelos murieron (yo conocí a los dos, y bastante), los hombres de la familia, que ya tenían casa en el pueblo, decidieron que lo mejor era venderla por 800.000 pesetas y 100.000 para cada uno. Mi abuela y su hermana, la que vive también en Madrid, les dijeron que por qué no las dejaban disfrutar a ellas de la casa, dado que ellos ya habían conseguido tener su casa propia allá en el pueblo, pero claro, "esto es cosa de hombres" y como mi abuelo ya no estaba en este mundo para litigar, el marido de la otra hermana estaba con demencia, y la otra estaba en Brasil, vendieron la casa, les dieron 100.000 pesetas, y punto y final.

Mi abuela se marea yendo en coche y nunca ha querido, en muchos años, volver al pueblo. Se jubiló y se fue a Fuenlabrada a un piso de alquiler al lado de mi tía. Después, esta última decidió montarse una residencia de ancianos en Lominchar (Toledo). Compró tres chalets, los unió, y montó su residencia. Mi abuela se fue allí, pero no a morir, sino a trabajar de cocinera. Supongo que mi tía no gestionó bien la residencia y se fue a pique. Se alquiló un piso en un pueblo cercano llamado Cedillo del Condado, y mi abuela, que siempre ha sido muy independiente, hizo lo propio en el mismo pueblo. Mi tío, el marido de mi tía, se acaba de prejubilar. Cuando liquidaron todo el tema de la residencia, les sobró un poquillo (por lo menos mi tía supo abandonar el barco antes de hundirse del todo con él) y se compraron un apartamento en Torrevieja con la intención de irse allí toda vez que mi tío de jubilara. Así que, desde el uno de octubre, mi tía vive en Torrevieja, mi prima mayor vive relativamente cerca de mi abuela, mi primo pequeño vive en Vallecas con su novia, y mi abuela vive sola en Cedillo del condado, con 85 años, diabetes y un tumorcillo en el cerebro, pero ella, que sabe todo lo que le ocurre, hace gala de su filosofía zen y siempre dice "a mí dejarme en paz. Yo me quedo aquí, y si un día me pasa algo, que me pase y se acabó todo. Total, probablemente no me vaya a enterar". Como para mitigar su posible angustia (que no parece haberla; ya he dicho que es zen, realmente zen. Seguramente la única persona zen que conozco en occidente), a veces le digo que como ha sido buena irá al cielo. Me mira, sonríe cínicamente, y dice "¿al cielo? al cielo y a la ciela. Anda que...siendo tan listo como eres, que eres un señorito con carrera, no sé cómo puedes creer en esas tontunas". Y ahí se queda tan pancha, sabedora de que un día de estos se irá, y no habrá nada más.

Como decía al principio, el otro día fui a Toledo a ver a mi abuela, y al final me he ido por lo cerros de Úbeda (estoy muy geográfico hoy). Estábamos mi hermana y yo hablando con mi madre y salió el tema de las asistentas domésticas. Casi todos los amigos de mi hermana y los míos tienen asistenta. Mi hermana y yo no. Mi madre miraba incrédula y farfullaba no sé qué de los jóvenes y los comodones que somos. Mi hermana y yo contraargumentábamos que nuestro ritmo de vida es elevado, que trabajamos mucho y que lo último que nos apetece es emplear los fines de semana en hacer las labores domésticas. Mi madre volvía a la carga y decía que somos muy delicaditos.

El caso es que llevo todo el fin de semana retrasando lo inevitable: limpiar parte de la casa. Hoy es el día de la Hispanidad. Me he levantado, he visto todo lo que hay que hacer, y he pensado que era de vital importancia actualizar el blog. Ahora, cuando ponga el punto y final, será de vital importancia salir a tomarme un café con lamari. Esta tarde, será de vital importancia ir al cine con una pareja de amigos. Sin embargo sé, que a lo largo del día de hoy, tengo que limpiar un cuarto de baño, el despacho y las ventanas como mínimo.

Me gustaría ser más zen, tan zen como mi abuela. Me gustaría mirar la mierda que tengo que quitar hoy y decir como ella dice "allá películas". Sin embargo, a día de hoy, mi filosofía zen no está muy desarrollada. Quizás con el tiempo...

rubycundo.blogspot.com

domingo, 3 de enero de 2010

INFAMIA

¿=?

traducir tradiciones
herir pasando de parte
en parte

transaletear

transmutar lo translúcido

trans-saturar trans-suturar

transcribir transvasando
copiando un dibujo a trasluz

trasladarse en el nado

transmigrando de ser a mujer
de mujer-ballena
a mujer-sirena

momia morada
mas momia enamorada


Myriam MOSCONA

WINSLETT: CARNICERA AUSTRALIANA

CONTRANARCISO

en mí

veo al otro

y a otro

y a otro

en fin decenas

trenes que pasan

vagones llenos de gente

centenas



el otro

que hay en mí

eres tú



y tú



así como

estoy en ti

estoy en él

en nosotros

y sólo cuando

estamos en nosotros

estamos en paz

aunque estemos a solas minski

Paulo LEMINSKI