Apuesto surtidor de coito y sueño
que acojonas el cielo con tu lanza.
Chorra que a las estrellas casi alcanza
empalmado en sí mismo en vano empeño.
Falo de soledad, prodigio isleño,
picha sin fe, saeta de esperanza.
Hoy llegó a ti, ribera de la panza,
deseosa del placer, mi arma sin dueño.
Cuando te vi señora, dulce, firme,
qué ansiedades sentí de diluirme
y metido entre ti, vuelto en cristales,
entre ti, negra conchas de arduos filos,
chotejo de delirios ancestrales,
muda mujer en el fervor de Silos.
Santiago URROLA y Gerardo DIEGO
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