martes, 15 de diciembre de 2009

HOT BLOOD COLD BLOOD

El presente ya no es lo que era; el futuro tampoco es lo que será. Nuestro pasado y todo lo que hacemos o somos en el presente es sistemáticamente digitalizado e incluido en bancos de datos sin alma, propiedad de empresas privadas que lo comercializan, venden e intercambian como cosa propia cuando le ven algún valor.

Nuestra existencia no es un secreto para nadie, excepto para nosotros mismos. Un gran hermano Orwelliano sin estados de ánimo, que puede tomar la apariencia corporal de un inspector de Hacienda, de un banquero, o de cualquier vendedor de chatarrería telefónica innecesaria, dispone ya de muchos más datos sobre nuestra vida de los que nosotros mismos somos humanamente capaces de recordar.

Tenemos la ¿suerte? de vivir en plena era digital y la red nos ha recogido en ella para bien y para mal. El destino, la moira tan importante en la tragedia griega, es ahora alfanumérico, convertible a bytes, kilobytes que miden la importancia de cada individuo. Se trata de una importancia que siempre será relativa porque depende del azar; de las veces que los robots que vigilan permanentemente el ciberespacio hayan encontrado nuestro nombre. El futuro es lo que la red recoge y esa cosecha deja fuera a grandes personajes, a pueblos y naciones enteros, que no salgan en las páginas de los periódicos o en las reseñas de libros.

Domingo DEL PINO

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