lunes, 18 de mayo de 2009

LA ALUCINACIÓN DE UNA MANO, O LA ESPERANZA PÓSTUMA Y ABSURDA EN LA CARIDAD DE LA NOCHE

Una mujer se acercó a mí y en sus ojos
vi todos mis amores derruidos
y me asombró que alguien amase aún el cadáver,
alguien como esa mujer cuyo susurro
repetía en la noche el eco de todos mis mayores aplastados
y me asombró que alguien lamiese en las costras todavía
tercamente la sustancia que fue oro,
aquello que el tiempo purificó en nada.
Y la vi como quien ve sin creerla
en el desierto la terrible sospecha del agua,
la amé sin atreverme a creerlo.
Y le ofrecí entonces mi cerebro desnudo,
obsceno como un sapo, obsceno como la vida,
como la paz que para nada sirve
animándola a que día tras día lo tocase
dulcemente con su lengua repitiendo
así una ceremonia cuyo sentido único
es que olvidarlo es sagrado.

Leopoldo María PANERO

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