Vuelvo a tus brazos, enroscándome en ellos y suspirando.
Eres el ser alado que rompe mis silencios.
Hacedor de un ocaso en que se aloja el tiempo de mi padecimiento.
El lado oscuro acrecienta su espacio, dejando un atisbo imperceptible por el que asomar la esperanza.
Te has posado al borde de mi camino, acompañándome con paso lánguido.
Eres el inexistente de lo innombrable.
Te has ido a ocupar de mí, insignificante entre todos los mortales.
Aunque del averno vinieras, no tendrías dónde encontrarme.
Respondes a esos miedos enquistados desde la noche de los tiempos.
Eres lo ignorado.
Me arrancas de la luz en que quiero cobijarme.
Ahuyento tu querencia.
Ana, en librodearena.com
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